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Historia


Desconocemos cuándo se produjo la primera ocupación de lo que hoy es el término de Benatae, aunque no hay que descartar que ya desde fases muy antiguas de la Edad de Piedra hubiera existido poblamiento. La cueva del Águila, en el Cortijo de los Lagartos, situada casi a mil metros de altura sobre el nivel del mar y en la margen sureste de la Sierra de Iruña, sobre el río Guadalimar, podría ser este tipo inicial de ocupación ya que de allí proceden algunos microlitos, pequeñas piezas de sílex que son frecuentes en la etapa Mesolítica y que en la zona se han documentado en la Cueva del Nacimiento de Santiago-Pontones. Aunque el hallazgo no es definitivo por el momento para demostrar la existencia de esta etapa en la zona, la cueva no debió ser el único tipo de ocupación, ya que en plena etapa paleolítica se conocen hoy asentamientos al aire libre de cabañas en otras zonas.

Las prospecciones realizadas sí han confirmado una densa ocupación para la Edad del Bronce. Así cabe entender los casos de la Hortizuela Alta, el Cerro del Pino o el Cortijo del Sacado, a los que se unen el Cerro de los Castellones y el Cortijo de las Molatas. Se trata de sitios inferiores a la hectárea y media y dispuestos a ambos lados del recorrido del río Guadalimar a una altura media entre setecientos y ochocientos metros, es decir, relativamente elevados respecto a la base del río. De ellos la Hortizuela Alta, el Cerro del Pino y el Cerro de los Castellones presentan trazas de fortificación, lo que nos indicaría que el valle del Guadalimar estaría no sólo muy ocupado en este momento del II milenio antes de nuestra era, sino que también estaría muy bien defendido de incursiones de otras poblaciones.

Coincidiendo con el paso del II al I milenio antes de nuestra era volvemos a perder información sobre la zona. Ni siquiera durante la etapa ibérica contamos con restos que pudieran confirmar la existencia de algún centro que hubiera aglutinado la población anterior. Sólo al final de la etapa ibérica el Cerro del Castillo del Cortijo de las Fuentes ha permitido observar la existencia de cerámica ibérica y de los periodos de contacto con el mundo romano, como lo demuestra el hallazgo junto a ella de cerámica campaniense. El sitio, que pudo alcanzar hasta dos hectáreas y que da muestras de haber estado fortificado, se dispuso también en la ladera sureste de la Sierra de Iruña, si bien en una meseta a mitad de la ladera. Seguramente, como ocurrió en otras zonas del valle alto del río Guadalquivir, este núcleo pudo ser el punto de partida de una nueva serie de factorías agrarias que a partir del siglo I se extendieron a uno y otro lado del río Guadalimar. Se trata de las llamadas “villae romanas” de Cabeza Pelada en el Cortijo de la Viña, de la Huerta Vieja, de la villa de las Viudas o del sitio localizado a menos de un kilómetro del mismo pueblo de Benatae. Seguramente se trataba de casas familiares de labor que como función principal cultivaban las tierras próximas al lecho del río. De hecho, aunque siguen un patrón de poblamiento parecido a la primera ocupación masiva de la Edad del Bronce, sin embargo se sitúan, salvo en algún caso, en posiciones más bajas que aquéllas, primando el factor productivo sobre el estratégico y defensivo.

En esta expansión de la etapa romana desconocemos si el cerro del Castillo llegó a ser el centro aglutinador o sólo fue un centro agrícola más. Si fue un lugar de superior categoría sería seguramente un “vicus”, es decir, una aldea, en la que se desarrollarían ciertas funciones administrativas. Lamentablemente desconocemos el lugar exacto del hallazgo de un documento epigráfico funerario dedicado a dos esclavos públicos de gran edad, Maternus, de 70 años, y Paternus, de 96, el último de los cuales era “Dispensator”, un funcionario del fisco encargado de los pagos y que podía encontrarse entre los responsables de la gestión del dominio de una ciudad o de un particular.

Benatae en época islámica debió ser una aldea, aunque no hay noticias acerca de la misma. El nombre puede tener un origen étnico ya que “bena” puede proceder de la partícula “beni”, que indicaría que fue una fundación o dominio de un grupo tribal. Pero también puede proceder de “bina”, término que hace referencia a algo construido. Por el momento no sabemos el significado exacto del término pero en cualquier caso parece seguro el origen árabe o bereber de esta población.

En la zona existieron posiblemente otras aldeas semejantes, que quizá, al igual de Benatae, tendrían como lugar de refugio la cercana fortaleza de Cardete, constituyendo un distrito castral, estructura organizativa y en parte administrativa que se generalizó en al-Andalus, especialmente en las zonas montañosas.

Benatae no aparece citada entre las poblaciones conquistadas por Fernando III, lo que parece lógico debido al pequeño tamaño que debía tener en la época y a que además carecía de fortificaciones. No obstante debió ser ocupada entre 1226 y 1242, al mismo tiempo que la mayor parte de la Sierra de Segura.

En fecha desconocida fue cedida por Fernando III a la Orden de Santiago. Se da el caso de que aunque esta localidad está situada entre Orcera y Siles, un territorio que pertenecerá a la Encomienda de Segura de la Sierra, no fue adscrita a ésta sino a la Encomienda Mayor de Castilla. Hay que tener en cuenta que buena parte de estas tierras y poblaciones las conservarán durante bastante tiempo los reyes. La última será Orcera, que no pasará a manos de la Orden hasta la cesión realizada por Sancho IV en 1285. Por ello es posible que la cesión de Benatae se efectuase con motivo del traslado de la Encomienda Mayor a Segura, lo que se hizo entre 1243 y 1245.

Resulta difícil saber la importancia de las rentas que la Orden obtuvo en los siglos siguientes, ya que los únicos datos son de finales del siglo XV y principios del XVI, y sólo sabemos que entonces la Orden apenas tenía allí propiedades. A finales del siglo XV éstas se reducían a un horno de pan, que no abastecía las necesidades de la población, y a una casa de bastimento arruinada, que entonces debía repararse, y que en 1507 tenía en su interior dieciséis tinajas de vino y dos de aceite.

Pero con anterioridad la población debía haber crecido de forma importante, ya que según recogen las “Relaciones” de Felipe II Benatae fue elevada a villa por Juan II hacia 1415. Ello debió hacerse a propuesta del maestre de la Orden de Santiago, que en esos momentos era el infante don Enrique de Aragón. No se conocen los motivos exactos, pero en esos años los maestres de Santiago elevaron a villa a varias localidades, entre ellas Siles y Albanchez de Úbeda.

La historia de Benatae en los últimos cinco siglos ha transcurrido inmersa en lo que fueron las pautas generales que marcaron el devenir de Segura de la Sierra, a la que ha estado estrechamente ligada, y su comarca. Una historia que ligó a Benatae al reino de Murcia, a la Orden de Santiago, a la Encomienda Mayor de Castilla, a la Real Chancillería de Granada e incluso al Obispado de Cartagena.

Al margen de ello, y en lo que se refiere a aspectos demográficos y sociales, el devenir de Benatae ha discurrido a lo largo de las Edades Moderna y Contemporánea marcado por el estancamiento poblacional, salpicado de coyunturas de retroceso demográfico, hasta principios del siglo XX, cuando alcanzaba la cifra de 863 habitantes. A partir de estos años el incremento demográfico se hizo notar de una manera evidente: 1.103 habitantes en 1910, 1.277 en 1920, 1.433 en 1930, 1.491 en 1940 y 1.538 en 1950. Esta última cifra alcanza su verdadera dimensión si tenemos presente que a mediados del siglo XIX el municipio contaba con una población estimada en unas 658 almas, o lo que es lo mismo, en algo más de un siglo los habitantes de Benatae se habían incrementado en un 233%. Esta situación comenzó a cambiar en la segunda mitad del siglo XX. Los 1.497 habitantes de 1960, los 825 de 1975, los 767 de 1986 o los 608 de 1991 así lo ponen de manifiesto. Las penurias económicas que sufrió la comarca en general durante buena parte del franquismo así como la sangría demográfica que significó la emigración en toda la zona están en la raíz de este cambio de perspectiva y orientación demográfica.

En el ámbito económico y productivo el aspecto más señero sin lugar a dudas lo constituye su decidida orientación agroganadera. Ya desde mediados del siglo XIX los informes nos destacan la producción de trigo, cebada, centeno, escaña, maíz, cáñamo, vino, aceite, criadillas y seda. Junto a ello las labores de cría de ganado –aunque poco–, las actividades relacionadas con la caza (liebres, perdices, etc.) y aquellas otras vinculadas al corte de maderas venían a constituir los ejes referenciales de su imagen productiva. Esta imagen se confirma un años más tarde, a fines del siglo XIX, cuando nuevamente vuelven a sobresalir, dentro de la superficie dedicada a cultivo, las 1.453 hectáreas destinadas al cereal, las 483 plantadas de olivar, o las 2.436 hectáreas de pastos y monte.

No debiera extrañar, en este sentido, que sea precisamente la cuestión forestal la que se convierta de hecho en uno de los signos distintivos del municipio durante buena parte del siglo XIX. Las 3.540 hectáreas de cabida total de los montes del término municipal de Benatae establecidas en el Catálogo de 1862 frente a las 3.632 hectáreas recogidas en el Catálogo de 1901 muestran de forma meridiana la resistencia a la corriente privatizadora que caracterizó a esta centuria en esta materia. Hecho éste que no fue, por otra parte, ni casual ni coyuntural, si tenemos presente que a la altura de 1989 el término municipal de Benatae seguía conservando 2.048 hectáreas dedicadas a especies arbóreas forestales, cifra que constituye nada menos que el 49,75% del total de su superficie agrícola. El 50% restante de tierras labradas van a estar dedicadas básicamente al cultivo olivarero (1.552 hectáreas) y en menor medida al cereal (298 hectáreas), a pastos (65 hectáreas) y a frutales (18 hectáreas).

Estos sectores se concretaron en una estructura productiva marcada por la fuerte parcelación de las explotaciones y por un más que relevante protagonismo cuantitativo de la pequeña propiedad: en 1928 el número de pequeños propietarios y arrendatarios alcanzaba la cifra de 329. Aunque en 1934 se redujera hasta los 288, esta situación ha persistido hasta hoy al constatarse cómo a la altura de 1989 el número de parcelas con que contaba el término municipal se elevaba a las 529, de las cuales 408 no superaban la extensión de 5 hectáreas de superficie mientras que tan sólo 8 tenían más de 50 hectáreas.

Esta fuerte parcelación de las explotaciones y el indudable protagonismo de los pequeños propietarios y arrendatarios agrícolas en la historia más reciente de Benatae ayudan a explicar, al menos en parte, el fuerte peso específico que desde un punto de vista político e institucional han tenido durante tiempo las formaciones conservadoras en la localidad. El triunfo de la candidatura monárquica en las municipales de 1931, el del Bloque de los Agrarios en las constituyentes de 1931 o el del Bloque Nacional en las de febrero de 1936 ponían ya de manifiesto tanto el asentamiento de las formaciones conservadoras en la localidad, cuanto la vigencia de proyectos de cooperación política (especialmente visibles en Benatae y en toda la provincia en la coyuntura de 1933-1935) propios de tiempos y coyunturas caciquiles del pasado. Este inmovilismo y pasividad políticos quedaron sancionados, como puede suponerse, tras la finalización de la Guerra Civil en 1939 y a lo largo de todo el periodo franquista.




Ayuntamiento de Benatae

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